Como ya os dije cuando os conté la razones por las que merece la pena viajar a Kazajistán, uno de los grandes atractivos del país son los espacios naturales. El que yo tuve la oportunidad de ver es el Charyn Canyon, conocido como El hermano pequeño del Gran Cañón.
Este parque nacional se sitúa en la misma provincia que Almaty, concretamente a 200 km. Aunque se organizan excursiones para ir, la forma más cómoda y flexible es la de contratar un chófer (el camino es bastante complicado para ir con un coche privado). A nosotros, un taxi con conductor para seis que nos llevó y nos trajo nos costó 30.000 tengues en total, que equivalen a 80€. no está mal, ¿verdad?
Ya el viaje de por sí es interesante, pues ves cómo se configura la población del país: «pueblos» de cuatro casas y mucha estepa. A mitad de camino paramos en una especie de mercadillo que vendía productos típicos y donde compramos un gran pan redondo para la comida.
En Kazajistán hay que pagar una entrada para acceder a los parques nacionales. En este caso, nos costaron 5.200 tengues (14€) el hecho de entrar el coche con las siete personas.
El taxista nos dejó al inicio de la ruta. Tienes que bajar una especie de escaleras para entrar en el cañón. Lo primero que nos gustó, y que ya se veían llegando desde el coche, son unos animalitos que viven en la zona y que son una especie de ardilla de tierra. Son bastante asustadizos, pero si llegas cuando aún no hay gente es fácil ver alguno.
La ruta por dentro del cañón es llana y fácil, ideal para descifrar del paisaje. Parece que estés protagonizando una película del lejano oeste. ¡Hasta las plantas rodadoras pasaban por delante de nosotros! Daba la sensación que de un momento a otro, un indio iba a aparecer de alguna de las formaciones rocosas.
La verdad es que las vistas son impresionantes, es algo distinto a caminar por la típica montaña o atravesar un barranco en España. Por eso, no pudimos evitar hacer un poco el tonto con el paisaje de fondo.
Cuando llegas al final del cañón te encuentras con el río (un paisaje muy distinto al del cañón) y un complejo turístico que en lo meses de verano tiene abierto un restaurante. Además, hay cabañas y algo que nosotros teníamos ganas de ver: yurtas. Las yurtas son las casas de los antiguos nómadas kazajos. Son una especie de tiendas de forma redonda donde ellos hacían vida.
Aquí, pudimos alquilar una yurta durante un par de horas para comer, descansar tranquilamente en ella y sí, volver a hacer algunas de nuestras tonterías. No le faltaba detalle, pues estaba llena de elementos tradicionales de la cultura kazaja, como la dombra (un instrumento de cuerda «parecido» a una guitarra) y los trajes típicos.
Obviamente no es una ruta circular, sino que se tiene que volver por el mismo sitio. A la vuelta nos cruzamos mucha gente, pues es una zona muy popular a la que van estudiantes y cualquier visitante que esté por la zona. Por eso, os recomiendo madrugar un poco más y llegar antes que nadie, el cañón tiene un encanto especial si está vació.
Si os animáis a conocer esta maravilla de la naturaleza, lo importante es llevar ropa cómoda y sobre todo calzado de montaña, o al menos zapatillas deportivas. También tienes que tener comida y agua suficiente, pues a no ser que el restaurante esté abierto, no tendrás ningún sitio donde conseguir.
¡Aquí os dejo el vídeo resumen de esta aventura kazaja que repetiría mil veces!
2 comentarios
Muy interesante lugar. Estuve el año pasado
¡Sí que lo es! ¡Me alegro de que ya lo conozcas en persona!