El año que nos quedamos (y viajamos) en casa

Este 2020 comencé decidiendo que la Nochevieja de este año la pasaría de viaje en el extranjero. Algo tan sencillo que ahora suena a sin sentido, ¿no creéis? Los viajeros nunca dejamos de soñar con nuevos destinos, de pensar en todos esos lugares lejanos que queremos visitar.

Este año en mi lista se colaban varias ideas: Turquía, Grecia, Alemania… Bueno, donde surgiera. Pero surgió otra cosa, algo que no hace falta que os cuente. En marzo se cerraron las fronteras, las puertas de casa. Saltaron las alarmas y las prioridades fueron otras, ¿quién piensa en viajar cuando la tragedia está a la vuelta de la esquina?

Pasamos por meses de confinamiento. Y llegó el verano, y pareció que todo se detuvo un poco. Podíamos volver a movernos. Evitando multitudes, con restricciones, con precauciones, pero podíamos movernos. Así que no lo pensamos dos veces y decidimos volver a sentir la emoción de conocer lugares nuevos. Aportar nuestro granito de arena que el turismo volviera a girar. Y esta vez, para ello, no fuimos a ningún aeropuerto.

Decidimos quedarnos aquí, en casa. Eso no es viajar tanto, podéis pensar. Bueno, dejadme que os lo enseñe… Aunque parezca mentira, este año hemos conocido diferentes culturas: hemos visitado templos budistas, baños árabes, mezquitas, sinagogas y ciudades romanas.

Nos hemos congelado en las aguas pirenaicas, hemos nadado como peces en el Mediterráneo y hemos disfrutado del agua dulce del interior. Hemos estado ante el desierto más árido, ante cascadas espectaculares, acantilados que quitan el hipo, vistas a otros continentes, pueblecitos llenos de encanto.

Y catedrales gigantes, pueblos pitufos, tiendas antiguas, casas colgadas, lugares apocalípticos, bosques encantados y criaturas increíbles. Hemos caminado por el precipicio, hemos visto lagunas de colores, incluso conocido esculturas gigantescas. Nos han recibido en todos los sitios con una sonrisa (debajo de la mascarilla), con un «gracias por venir.»

Es posible que este año no hayamos cogido ningún avión, no nos hayamos marchado lejos. Pero hemos podido comprobar que tenemos una tierra llena de tesoros y diversidad. Y ahora que volvemos a llevar un tiempo de puertas cerradas, de olas que vuelven, no nos podemos sentir más afortunados por ello.

Sí, el día que coger un avión vuelva a ser lo más normal del mundo, lo volveré a hacer. Pero nunca dejaré de lado mi entorno, porque si algo he aprendido, es que tiene muchísimo por ofrecer. Siempre haré un hueco para seguir explorando el país y, aunque no es algo nuevo para mí, aunque siempre ha tenido ese espacio en mis días viajeros, nunca más lo volveré a decir con la boca pequeña, nunca más volveré a sentir que, si no cruzas una frontera, no estás viajando.

Porque sí, se puede ser viajero en casa.

 

Artículos relacionados

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.