Las 10 cosas más surrealistas que vimos en Marruecos

Para mí los mejores viajes son aquellos en los que veo cosas que para nada me esperaba y ocurren situaciones que después se convierten en anécdotas que nos hacen reír cada vez que las recordamos. Y en ese caso, Marruecos superó mis expectativas. Aquí te cuento cuáles fueron las experiencias más surrealistas que vivimos:

1. Que la música no pare

Está claro que la conducción en Marruecos no es demasiado tranquila y se ven escenas bastante surrealistas. Pero la que se llevó la palma fue la que presenciamos en Ourzazate. Íbamos caminando hacia nuestro hotel a las afueras de la ciudad cuando entre el tráfico pasó una pequeña camioneta con remolque.

En ese remolque no había alimentos, animales o paja, qué va. Iban cuatro o cinco personas y un montón de instrumentos musicales. Y no, no iba todo ordenado y las personas sentadas. Los músicos iban de pie y cada uno tocando un instrumento, como si hubieran empezado el concierto antes de llegar a su destino. Me sentí como en una película, pues me recordó mucho a una de las escenas de la intro de La La Land, pero en versión marroquí:

 

2. Motos con overbooking

El tema de las motos en Marruecos también trae cola. Nunca había visto tanta gente conducir de forma temeraria. Para empezar, el 90% van con chanclas y sin casco. Es común verlos usar el móvil como si fueran caminando y el tema de los semáforos no les interesa mucho.

Pero lo que se lleva la palma es el núnero de personas que pueden ir en una misma moto. Las usan como si fuera coche: llevan la compra y a toda la familia como si nada. Lo más que llegamos a ver era un saco lleno, un niño, el conductor, otro niño y la mujer, en ese orden.

Sorprende ver cómo llevan a niños y bebes de muy corta edad con tanta facilidad y como cargan las motos con sacos y sacos. Además, como nosotros estuvimos justo antes de la Fiesta del Cordero, cada dos por tres veíamos a alguien que llevaba de copiloto un cordero. Les hacían apoyar la cabeza en el manillar y las patas les sobresalían por detrás de la moto. ¡Increíble!

 

3. Cigüeña en el desierto

No me esperaba para nada ver tal cantidad de cigüeñas en Marruecos. Sólo con dar un paseo por Marrakech por los alrededores del Palacio Badi se observan y escuchan decenas de ellas. También las vimos en lo alto de los minaretes de las mezquitas de los pueblos que íbamos atravesando por la carretera.

Sin embargo, el lugar donde más me impresionó ver una cigüeña fue en pleno desierto. Apenas nos quedaban unos kilómetros para llegar a Merzouga, el punto de salida hacia las dunas de Erg Chebbi, cuando ahí estaba: una tranquila cigüeña sobre un pequeño charco en medio de kilómetros y kilómetros de campo seco.

Cigüeñas en Africa

No entendía qué hacía una cigüeña en un lugar tan árido y cálido en pleno agosto. Pensaba que viven en climas más templados y que al norte de África sólo viajaban en invierno. En ese momento me sentí como Lisa Simpson en el capítulo en el que hacen un safari y ve a un rinoceronte nacer de un huevo (sí, yo también soy una friki de Los Simpsons).

 

4. Cargado como una mula

En Marruecos esta frase hecha adquiere todo su significado. Allí los burros son un elemento de transporte fundamental para ellos, por eso se ven por las carreteras y caminos a burros que no se entiende cómo aguantan de pie con la cantidad de peso que están llevando.

Pero no creas que sólo los burros iban hasta los topes. También se podían ver a mujeres que llevaban sacos de té o ramas que yo sería incapaz de levantar. Algunas eran mujeres realmente mayores y además los transportaban como si nada aunque fuera una cuesta arriba interminable.

Mujeres trabajo en Marruecos
 

5. ¿Dónde está el camión?

Como hemos nombrado anteriormente, los vehículos tampoco se libraban de ir cargados hasta no poder, y los camiones no se quedaban atrás. Sobre todo los que transportaban paja, que la amontonaban de tal forma que la carga sobresalía por delante de la cabina del conductor (una sombrilla muy efectiva sin duda).

Además, veías camiones que en España u otros países difícilmente cumplirían la normativa para salir a la carretera llevando cargas de miles de kilos. Normal que algunas cuestas se les resistieran y diera la sensación de que de un momento a otro se iba a vencer hacia atrás.

 

6. Niños aventureros

En cualquier país del mundo a los niños les encanta la acción, vivir aventuras e incluso acercarse un poco al riesgo. Pero nunca los había visto tan atrevidos como los niños marroquíes. Escalaban y se subían a cualquier cosa como si de Spiderman se trataran.

Donde más nos llamó la atención fue en la Garganta del Todra, un impresionante desfiladero de hasta 100 metros de altura en la que algunos niño se ponían a escalar como si nada, por supuesto sin ningún tipo de seguridad. Mientras, los padres se refrescaban tranquilamente los pies en el río, como si estuvieran 100% seguros de que a sus hijos no les iba a pasar nada.

 

7. Lluvia en el desierto

De todos es sabido que en el desierto no suele llover mucho. Pues a nosotros, un 15 de agosto, se nos puso a llover camino a Merzouga. Y como esa zona no está acostumbrada a las lluvias, enseguida se forman torrentes de agua que atraviesan las carreteras e impiden el paso.

Nuestro experimentado guía Moha fue capaz de atravesar algunos pasos de agua perfectamente, aunque nosotros hubiéramos sido incapaces. Pero al llegar a un pueblo, se había formado tal torrente en uno de los pasos que la policía había cortado la circulación.

Así que allí estuvimos una media hora, junto con decenas de personas que, como no podían seguir su camino, se sentaron a observar el torrente de agua a ver qué pasaba. Según nos contó nuestro guía, habían decidido cortar el paso porque tan sólo tres días antes un autobús había volcado en ese mismo punto.

estado carreteras en Marruecos

Afortunadamente, el nivel de agua fue descendiendo poco a poco, por lo que la policía permitió en un primer momento dejar pasar a los camiones y después a los 4×4, por lo que atravesamos la corriente de agua sin ningún problema bajo la atenta mirado del público.

 

8. Calles peatonales

Las callejuelas de la Medina de Marrakech son estrechas y sinuosas. En cualquier otro destino, este lugar sería peatonal, pero aquí era prácticamente todo lo contrario. En las calles se juntaban los puestos de comida, los peatones, los carros, las bicicletas, las motos, los burros…

Lo mejor es ir lo más pegado a la pared posible o te pasará como a mí, que nada más llegar a la ciudad tuve un choque frontal con un niño que iba con la bicicleta a toda pastilla por la calle llena de gente. Aquí la prioridad la tiene el que más rápido vaya, así que más vale ir con mil ojos.

 

9. Despertador del desierto

La noche que pasamos en el desierto fue una de las experiencias más bonitas de nuestro viaje a Marruecos. En el campamento todo era silencio y tranquilidad, y con esa calma nos fuimos a dormir a nuestra jaima, sin esperarnos que pocas horas después nos despertaríamos de un susto.

A eso de las tres de la noche, nos despertamos de un gran sobresalto cuando oímos el chillido de un gato tan fuerte como si estuviera en nuestros propios pies. Esa noche habíamos visto un gato que según nos contaron había nacido en el propio campamento, pero no nos esperáramos oírlo chillar de esa manera tan fuerte y furiosa a altas horas.

A la mañana siguiente, cuando salió el sol, pudimos observar cómo en la esquina de nuestra jaima estaban las huellas del gato y las de un animalito más pequeño, como un ratón. Dedujimos que el gato había cazado junto a nosotros alguna presa y, como las paredes eran de tela, el susto que nos dio no fue pequeño. Os aseguro que sonó tal cual el primer gato de este vídeo:

 

10. Así se cambia dinero

Lo primero que hicimos nada más llegar a Marrakech fue buscar un lugar para cambiar dinero. Como ya era de noche, algunas casas de cambio estaban cerradas, por lo que finalmente fuimos a un hotel que anunciaba un buen cambio. Mi mayor experiencia cambiando dinero es en República Checa, donde estuve viviendo varios meses, por lo que di por hecho que el método sería el mismo.

Noche en Marruecos

Nosotros queríamos evitar cualquier tipo de timo de los que suelen sucederse en cualquier ciudad. Nuestra forma de actuar es decir cuánto dinero queremos cambiar, que nos aseguren cuanto dinero nos darían utilizando una calculadora u ordenador y, una vez aceptado, hacer la transacción. Pero aquí no fue así.

Le dijimos al hombre (que parecía no llevar muy buen día), que queríamos cambiar 300€. Tras una pausa de unos segundos, nos dijo: ¡pero dadme el dinero! Así que con cierta perplejidad le dimos el dinero teniéndonos que fiar de él ciegamente. Afortunadamente, tras esto, contó tranquilamente nuestro dinero y nos dio los dirhams que correspondían según el tipo de cambio. Y por tranquilamente, quiero decir con la misma parsimonia con la que uno cuenta ovejas cuando quiere dormirse. Primera lección: o sigues sus normas o no te esperes que ellos sigan las tuyas.

Por cierto, en ese mismo hotel había un cartel que indicaba que no daban habitaciones a dos hombres o dos mujeres solas, ¡nos quedamos flipando! En Marruecos la homosexualidad es ilegal, pero no pensábamos que en pleno Marrakech se llegara hasta ese punto, ¿ni siquiera podría alojarme ahí con una amiga? Tras ver eso decidimos no volver ahí a cambiar dinero.

 

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4 comentarios

Marina [Los Pobres También Viajamos] 18/09/2018 - 5:30 pm

Yo eso de que la música no pare lo he hecho en Castelló, en plena Magdalena… en un bus público ??‍♀️??

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Eva 19/09/2018 - 5:55 pm

No me sorprende, en las Fallas de Valencia también suele pasar, sobre todo en el metro ?

¡Gracias por tu comentario! ?

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América 19/09/2018 - 5:28 pm

Como me he reído ??? , además de traerme tantos recuerdos de mi viaje a Marruecos, me había olvidado de las cigüeñas, pero es cierto, como que salen de Marrakech a entregar bebes jajajaja. Un abrazo, excelente post!!!

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Eva 19/09/2018 - 5:54 pm

Eso mismo dijimos nosotros, parece que los bebes vengan de Marrakech y no de París jajajaja ¡Muchas gracias, un saludo!

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